No fue amor a primera vista.
Con las palabras, quiero decir.

De pequeña me gustaban los gatos, los columpios y las patatas fritas. Lo demás me parecía ruido.
Y los libros… bueno, eran lo que hacías cuando te castigaban sin tele.

Pero un día, sin darme cuenta, se me coló una historia por debajo de la piel.
Mi hermana, dos años mayor, tenía que hacer un trabajo sobre focas —sí, focas, como lo oyes— y se lo tomó como si le fuera la vida en ello.
Iba y venía de la biblioteca con una determinación casi mística, como si estuviera escribiendo una enciclopedia en lugar de un trabajo escolar.

Yo la miraba con esa mezcla de asombro e incomodidad que te da ver a alguien emocionado por algo que tú no entiendes.
Hasta que lo entendí.

Leyó su trabajo en alto una tarde cualquiera, y algo en mí hizo clic.
O crac. O ambas.

No sé si fue la forma en la que lo contaba, o que de pronto descubrí que una foca podía ser el principio de todo.
Pero sentí, con diez años recién cumplidos, que quería eso. Eso que ella había hecho. Esa magia.

Así empezó lo mío con las palabras.
Primero como quien se enamora a escondidas. Luego ya sin disimulo, pidiendo libros, robándoselos cuando no me los quería prestar, haciendo cola para hacerme socia de la biblioteca del barrio.

Y empecé a escribir.

Primero en los márgenes de las libretas del cole. Luego en diarios que escondía como si fueran dinamita.
Escribía para entender. Para entenderme. Para no explotar.

Con el tiempo descubrí que escribir era la única forma que tenía de estar en paz conmigo misma.
Y de vez en cuando, también era mi forma de estar en paz con el mundo.

Y ahora, después de muchos años escribiendo para mí, me ha dado por escribir para ti, para nosotros.


He creado una newsletter.

Sí, ya sé. Otra más. Qué pereza.
Pero espera.

Esta no viene a venderte nada ni a prometer iluminación en cinco pasos.
No es automática ni está escrita por una IA de esas que fingen ser humanas.

Esta carta la escribo yo.
Cada semana. A veces una. A veces dos.

Te contaré cosas que me rondan la cabeza, historias que me atraviesan, libros que nos salvan en casa cuando todo se desmadra.


Casi siempre libros para niños.
Y casi nunca cosas aburridas.

Si te apetece recibirlas, solo tienes que dejar tu nombre y tu email.
Y si no, pues nada. Nos cruzaremos por ahí, como dos desconocidos que una vez compartieron un secreto.

Si te apuntas, genial.
Y si no…
pues me haré la digna, pero lo mismo me quedo refrescando la bandeja de entrada por si cambias de idea.

Nos leemos cuando tú quieras.


Yo, por aquí, seguiré escribiendo.